domingo, 12 de diciembre de 2010

La música y el ruido.

El principal cambio que se nota en el mundo del siglo XXI es la velocidad con la que mutan y caducan nuestras preocupaciones. Hasta hace 3 años nuestro gran problema era el terrorismo islamista, las guerras de Irak y Afganistan, la nueva correlación de fuerzas con un Brasil y una China que aumentaban su papel en el escenario global....
La crisis económica mundial hizo que de repente, los atentados islamistas en Afganistán saliesen de las primeras páginas de los diarios. Se siguen produciendo, pero ya no están entre nuestras primeras preocupaciones.
En esta volatilidad de desasosiegos e informaciones, la capacidad de adaptación de los mensajes políticos marca a veces la diferencia entre ganar y perder elecciones. Y para poder adaptarse con velocidad, cuanto menor y más dúctil sea la ideología, más fácil que cale el mensaje.
Es por eso que el PP en estos tiempos convulsos alcanza sus máximas valoraciones. No tienen una ideología compleja y desarrollada sobre un proyecto global. Simplemente su dios es la economía, su dios son los mercados y nos ofrecen una sola cosa: crecimiento.
Ellos nunca harían una ley de matrimonio homosexual. Nunca harían un cambio legislativo que sea difícil de explicar. Para ellos (y para una parte importante del electorado) eso es ruido. Un ruído que impide que se oiga la auténtica música, que no es otra que el sacrosanto crecimiento económico.
Un ejemplo claro lo tenemos con el tripartito catalán. Poco importa que su gestión haya sido más que aceptable; que hayan inaugurado en los últimos 4 años un centro de salud cada dos semanas, o que haya varios miles de maestros más que cuando llegaron al gobierno. Lo que se recuerda de Montilla no es su gestión sino el ruido de los rótulos en catalán, el estatut, el soberanismo....
Lo mismo podríamos decir del bipartito gallego y la aparición de grupos como Galicia bilingüe, etc.
Es evidente que los gobiernos progresistas parten con un handicap de salida, la mayor dificultad para explicar su mensaje.
Ante la crisis actual, han pasado a un segundo, tercer o cuarto plano derechos como un medio ambiente de calidad, la igualdad real entre hombres y mujeres rompiendo el techo de cristal, como la protección de la infancia o la cooperación internacional. Pasa a un segundo plano, en definitiva, todas las diferencias más visibles entre la izquierda y la derecha.
Pero si este mensaje no es explicado, si no cala en la sociedad que el crecimiento es necesario pero no a cualquier precio, que los progresistas también gestionan, pero además legislan para extender los derechos, parece inevitable que nos esperen unos años de gobiernos neoliberales.

En el altar del crecimiento económico sacrificaremos el estado del bienestar. Y no nos daremos cuenta hasta que tengamos que pagar por adelantado para que nos operen una apendicitis.

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