martes, 1 de junio de 2010

¿En qué coño piensa Israel?

En Fuenterrabía hay una inscripción en la que habla de las "heroicas murallas de Fuenterrabía". Un buen amigo un día se reía comentando que es muy fácil ser heroico cuando uno es muralla.

Al reves, podemos decir que es muy difícil ser democracia cuando uno es Israel.
Ayer nos despertábamos con una noticia terrible. El ejército israelí interceptaba una flotilla en aguas internacionales y abría fuego contra sus ocupantes.
Se mire por donde se mire es un acto absolutamente condenable. Eso no quita que tengamos que poner en su contexto este acto.
Imaginemos que España fuese Israel. Imaginemos que somos la única democracia de la zona. Imaginemos que Portugal, Francia, Italia y Grecia tuviesen como principal objetivo la desaparición y aniquilación como país de España. Imaginemos también que lo único que nos separa de nuestra aniquilación es nuestra potencia militar. Imaginemos que Portugal, Francia Italia y Grecia se hubiesen aliado para invadirnos y los hubiésemos repelido.
Imaginemos también que todas las semanas nos llueven explosivos desde las fronteras de Portugal y Francia. Imaginemos también que la comunidad internacional no reconociese Madrid como nuestra capital e instaurasen sus embajadas, pongamos que en Barcelona. Imaginemos también que tuviésemos un ministro de cultura árabe o un magistrado del tribunal supremo árabe o que el capitan de nuestra selección también lo fuese.
Imaginemos que nuestra legislación reconociese los matrimonios homosexuales mientras en Portugal, Francia, Italia y Grecia se ahorcase a los homosexuales....
Es difícil imaginarnos en esa situación, ¿verdad?
Pero lo sustantivo en este caso es que solo el poderío militar y la amenaza de la fuerza hace que el estado de Israel siga existiendo.

Ahora bien, dicho todo eso, el ataque a esa flotilla no solo fue ilegal, fue estúpido.
La flotilla no era una ONG inocente. Era un instrumento de propaganda política para intentar influir en la opinión internacional sobre el bloqueo de Gaza. El líder de Hamás en Gaza, Ismail Haniya unos días antes, deseaba públicamente que Israel atacase a esa flotilla, declarando que de ser así, Hamas habría ganado.
Pues eso hizo Israel, cumplir los deseos de Hamas. Y cumplirlos de la mejor manera posible para los terroristas islamistas.

Es evidente que el objetivo de la flotilla era provocar una acción Israelí. Ya días antes, el gobierno de Tel Aviv había conminado a los activistas a que atracasen en Ashdod. El ejército Israelí había avisado que utilizaría la fuerza para mantener el bloqueo.
Pero parece que no aprendemos de la historia. En la famosa crisis de los misiles en Cuba, el protocolo de actuación del ejército americano era claro: Nada de actuar en aguas internacionales. Primero, lanzamiento de bengalas encima de los barcos rusos. Segundo, rafagas de proyectiles delante de la proa de los barcos, tercero, disparos al timón para dejar a los barcos sin gobierno.
El hecho de enviar a los militares de uno en uno para que los activistas les apalearan e incluso les tirasen al mar, solo podía acabar de una manera. Como acabó.
Incluso Hareetz, el periódico de centro izquierda de Israel (que es más leído en el exterior que en el propio país) ha condenado esta actuación.

En definitiva, el hecho de ser una democracia confiere un plus de responsabilidad. Que Irán hiciese algo así no nos extrañaría a nadie. Que lo haga Israel es inadmisible.