sábado, 14 de enero de 2012

El fin de ETA

En Julio del 2006, con motivo del mal llamado-mal llamado- mal llamado proceso de paz, escribí un artículo para el movimiento cívico “basta ya” y para la Fundación para la Libertad en el que me mostraba escéptico de que pudiera salir bien.
En aquel momento, entre otras cosas escribí:
“En ningún caso dudo de la buena fe del presidente del gobierno, no creo que haya nada innoble, maquavélico o sucio en este tema, lo que me empieza a plantear dudas es si se está equivocando de buen fe. […] Cuando se decía hace años que el fin de ETA nunca será policial, se equivocaban. El fin de ETA será policial y judicial o no será.
Al inicio de este proceso, yo asumí que el presidente tenía esas garantías por parte de la banda. Que la banda había asumido su derrota y se había dirigido a presidente para darle una salida al tema de los presos y fugados. […]
Por tanto, cuando Eguiguren entra en escena, a mí me entra el pánico escénico. Porque dejo de creer que haya sido la banda quien se ha dirigido al gobierno asumiendo su derrota y empiezo a creer que es una labor de cocina de Eguiguren. Es una conversación entre caseros, entre Eguiguren y Otegui en la que todo está lleno de sobreentendidos.”
http://www.bastaya.org/uploads/noticias/index.php?id=4413

Tenía clara una cosa. Si ETA era consciente de su derrota por las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, aquel proceso podría llegar a buen puerto. Eso creyó también Zapatero, cuando le hicieron llegar una carta de ETA en la que solicitaba el inicio de conversaciones para darle solución al problema terrorista. Y con la información que el presidente tenía, hizo lo correcto, lo que tenía que hacer.
Con la publicación del libro de Aizpolea y Eguiguren, se han visto confirmadas mis opiniones de entonces. No había una conciencia de derrota en el seno de ETA y todo era fruto de una cocina por parte de Eguiguren, en la que Eguiguren creía que con ETA se podía negociar y en la que ETA creía que podía conseguir dejando de matar lo que no había conseguido matando. Eguiguren afirma en su libro que el envío de una carta por parte de ETA al presidente del gobierno vino precedido por una “cocina” previa por su parte de la que el presidente ni sabía ni había autorizado.
Con esos mimbres, el proceso nacía muerto. Como se ha demostrado después, era inviable cualquier final de la banda terrorista que no pasase por su asunción de la derrota.
Lo más curioso es lo que pasó después. Tras la voladura del proceso con la bomba en la T4, se producen una serie de cambios en la política antiterrorista. Cobran más protagonismo los considerados “duros” dentro del Partido Socialista: En el ministerio del Interior, Rubalcaba y Camacho. En la delegación del gobierno Mikel Cabieces, en la consejería del interior Rodolfo Ares e Iturriaga. Se desautoriza a Eguiguren (hasta el extremo de que Zapatero se niega a cogerle el teléfono) y se establece la línea que hasta ese momento venía funcionando: Acoso en todos los frentes.
A partir de ahí, los jueces, haciendo su trabajo encarcelan a Otegui y otros miembros del brazo político de ETA y se da una circunstancia poco usual históricamente. ETA siempre tiene previsto quien será el sucesor de su número uno si es detenido por las fuerzas de seguridad. En este caso se detiene a la vez al número uno y al llamado a sucederlo, con lo que se produce un vacío de poder que desemboca en que tenga que tomar las decisiones alguien con tan poca experiencia como David Pla.

Todas estas circunstancias aceleran la ya de por sí rápida descomposición del organigrama de la banda en la que se ven incluso obligados a desmantelar estructuras completas como Ekin, ya que ni siquiera son capaces de reunirse con las mínimas garantías de seguridad.

Algunos, ya hace tiempo que defendíamos que el final de ETA solo podría venir de la asunción de su derrota; que era más fácil que la banda abandonase las armas a cambio de nada que a cambio de algo. Y parece que el tiempo ha confirmado este extremo.

Algunos bienpensantes pueden defender que ETA lo deja “convencida” por la presión popular, incluso por la presión de su mundo. Desde luego eso ha tenido su influencia, pero sin su extremada debilidad eso no habría hecho mella en ellos. Todos recordamos las reacciones de toda la población vasca tras el asesinato de Miguel Angel Blanco, de las deserciones masivas del entorno del MLNV, de la práctica unanimidad en su condena por parte de la sociedad vasca. Sin embargo eso no hizo cambiar ni un ápice la estrategia terrorista.
Si queremos encontrar los motivos para el fin del terrorismo, a mi modo de ver, serían los siguientes:
La eficacia policial, que lleva a detener a los comandos antes incluso de que entren en la península.
El aislamiento internacional, que hace inviable cualquier proyecto secesionista mientras exista la violencia.
La ley de partidos, que dificulta sobremanera la articulación de un discurso político más allá de la eterna retórica belicista.
La pérdida de apoyos entre la población vasca. Aquí cabe destacar que esa pérdida de apoyos no se produce por los mismos motivos en toda la población. En el entorno abertzale, desde luego no se produce por un repentino fervor democrático, sino por el convencimiento de que por esa vía no van a alcanzar sus objetivos ni a medio ni a largo plazo. En el entorno nacionalista no-violento, porque todos estos años han estado como espectadores esperando a ver quien ganaba y han decidido que ha ganado el Estado de Derecho. Es por tanto, la actuación firme del Estado de Derecho la que les lleva a ese convencimiento.
La frustración producida dentro de la propia izquierda abertzale por la pérdida de oportunidades una tras otra para volver a entrar en política.

Todo esto me lleva al convencimiento, de que, de haber seguido manteniendo la estrategia de Eguiguren, todavía estaríamos “negociando”. Que es precisamente la actitud contraria la que nos ha llevado a esta solución.
Y sobre todo, tenemos que tener claro todos los demócratas una cosa. ETA y la izquierda abertzale, no nos han hecho ningún favor por abandonar las armas. Les hemos ganado y ellos han perdido. Por eso me preocupa mucho que ganen políticamente lo que han perdido desde todos los puntos de vista. Me preocupa la capitalización del fin de la violencia y que hagan pasar por un acto de responsabilidad y generosidad lo que no es más que el fracaso de 50 años de asesinatos, torturas, extorsión, intimidación y violencia, que ha mantenido enferma a la sociedad vasca hasta extremos difícilmente soportables en una sociedad democrática. Y que ahora estos nos intenten dar lecciones de democracia y tolerancia es algo que ningún demócrata debe consentir.